Las proyecciones para el segundo semestre del año que blanqueó el FMI no lucen optimistas, cómo sí lo eran las actuales. El recorte en la estimación de crecimiento y el cálculo de la inflación quedaron más parecidos a lo que calculan los economistas que participan del REM. Tampoco dejaron de señalar los riesgos que tiene la economía en esta etapa electoral. Pero donde sí fueron enfáticos fue en reforzar el poder de fuego del Banco Central para mantener estabilizada la cancha cambiaria y evitar que una dolarización de carteras pueda provocar un nuevo salto de la inflación y el empeoramiento de las condiciones de la deuda pública.
Para decirlo de alguna manera, el directorio del Fondo no tiene mucho margen para mostrarse optimista. La razón es que si adoptara esa postura, le costaría justificar la excepcionalidad del paraguas que abrió para la Argentina. Se puede decir que el staff confía poco en las chances de Macri y por eso mantiene en pie la posibilidad de que la oposición se imponga en las elecciones presidenciales y eso altere la situación cambiaria y financiera. Eso no es un problema, porque es real. Lo cierto es que si bien las encuestas muestran que se están acortando las distancias, el final está abierto y todo puede suceder.
El mercado cambiario todavía está sensible. La baja del dólar de las últimas semanas continúa siendo muy pronunciada, y seguirá sujeta a algunas oscilaciones, como la de ayer, en donde la cotización estuvo influida por la menor oferta de exportadores y por los pesos que no entraron en las licitaciones de deuda. Pero el Central tendrá ahora la posibilidad de poner sobre la mesa más de u$s 6000 millones en futuros, y una mayor flexibilidad para llegar a la meta de reservas internacionales netas en caso de tener que vender divisas dentro de la zona cambiaria de no intervención.
No es el único gesto: contra el pedido argentino de elevar la meta de superávit primario al tercer trimestre del año a $ 70.000 millones, el staff del Fondo cree que habrá un pequeño desvío de 0,3% del PBI. Lo que permite el organismo es una autorización a elevar hasta ese monto el gasto social, incorporando nuevos programas a ser computados dentro de ese concepto.
Mirá también
POR ALBERTO SCHUSTERLo que queda por delante son algo menos de cuatro semanas de campaña hasta las PASO. Si no aparece un cisne negro, lo que surge es un escenario de mayor paridad del que se esperaba en abril. Ya no habrá efecto Pichetto para anestesiar a los inversores. Pero sí habrá un Banco Central con mayor capacidad operativa, no tanto para utilizar en los próximos días como para exhibir después de las primarias. El mundo continúa dando señales claras sobre lo que espera de la Argentina.
POR HERNAN DE GOÑI
EL CRONISTA