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Finalmente, hay que tener en cuenta que cuando el peso de mantener un Estado es muy grande suceden dos cosas, se reduce la inversión y la disponibilidad tecnológica en el sector privado, mientras que el sector público se carga de personal adicional. Por lo tanto se combinan dos cosas que atentan contra la productividad. Al haber menos tecnología y capital por cada trabajador, es posible que el crecimiento de la productividad en el sector privado sea cada vez menor. Al mismo tiempo, al transferir recursos del sector productivo al Estado, se terminan creando puestos de trabajo estatales de baja productividad, a costa de empleos en el sector más productivo. El resultado es una caída de la productividad general.
La cantidad de bienes y servicios que se produce en Argentina, medido a través del PIB está prácticamente estancado desde 2011. Sin embargo, en estos ocho años la cantidad de ocupados habría crecido un 11,7% (dos millones de nuevos empleos, según estimaciones propias). O sea, que hoy cada trabajador produce, en promedio un 10,5% menos que hace ocho años. Ello explica porque el salario real tiene una tendencia declinante.
Las recesiones como la del último año amplifican este proceso. Si las empresas esperan una recuperación no estarán tan dispuestas a perder personal en el que han invertido tiempo, dinero y conocimiento. Por ello, la producción tiende a caer más que el empleo y como consecuencia la productividad baja y lo mismo sucede con el salario real. En este proceso, la inflación ayuda a darle flexibilidad al componente salarial. En efecto, si no hubiera inflación los salarios deberían bajar para lograr el mismo efecto, pero con regulaciones laborales muy rígidas tal vez esto no sea posible y en esas condiciones, no podría compensarse la caída de la producción con menos salario y lo que bajaría sería el empleo. Al tener inflación, se "hackean" un poco las reglas laborales y el salario nominal crece, pero no tanto como la inflación.
Así como cuando se produce una recesión también cae el salario real. En los próximos meses si la economía comienza a recuperarse entonces se podrá ver un rebote de los ingresos del trabajador, en la medida que la inflación continúe su senda descendiente. El mayor riesgo en este contexto es la posibilidad de que el dólar y la inflación vuelvan a subir si el mercado pierde credibilidad en Argentina. Más allá de esto, aún queda pendiente un largo camino para poder lograr que la economía vuelva a tener un crecimiento sostenido de la productividad y del salario.
POR FAUSTO SPOTORNO
EL CRONISTA