El pasado, el presente y el futuro están generando incertidumbre política y zozobra económica en la Argentina. El pasado, porque después de 11 años de fuerte inflación, sobre todo en el final del último mandato de Cristina Kirchner y en los 4 años de Mauricio Macri, la macroeconomía prácticamente no da para más. Y la incertidumbre de cómo ahora la Argentina resolverá sus problemas que otra vez estallan es lo que llevó al dólar a superar los 60 pesos la semana pasada, además de al riesgo país a valores de default.
Se ha generado en estos años por la inflación, la emisión, la colocación de deuda y demás piruetas para financiar el déficit fiscal, una tremenda cantidad de pesos que tienen que ser contenidos para evitar que se vayan al dólar, a tasas explosivas, o directamente licuados por devaluaciones que, con Cristina, llevaron el dólar de 4 a 14 pesos en 8 años, y con Macri de 14 a 57 hasta el momento.
Sigue creciendo el Estado y el gasto público y no hay forma de seguir sosteniendo con impuestos cada vez más altos ese gasto creciente e indexado por inflación pasada en salarios jubilaciones y prestaciones sociales o, directamente, dolarizado como el caso de los intereses de la deuda o los subsidios a la energía, el combustible y el transporte.
La rueda es interminable. A mayor devaluación, mayor déficit en pesos. Ya ni la devaluación resuelve el desmadre fiscal de la Argentina.
Ese pasado acumulado que está estallando determina el problema del presente. ¿Quién administra esta convocatoria en un país que se quedó sin crédito porque, por ahora y en principio hasta el 10 de diciembre, no se sabe muy bien quién manda y cómo sigue la película?
El presente es muy complicado de administrar, aunque aparecieron señales alentadoras en las últimas horas. Por lo pronto, las riendas de la economía y el Banco Centralestán ahora en manos de economistas que tienen diálogo y contacto con los equipos del peronismo y Alberto Fernández. De hecho, Alberto lo elogió públicamente aSandleris por los medios (le recomendó a Macri que lo escuche para manejar esta situación) y, acto seguido, el titular del Central dijo en conferencia de prensa que él no trabajaba para Macri sino que se debe a los argentinos.
No fue casual que el propio Fernández hablara de un dólar de 60 pesos y uno de sus economistas, Álvarez Agis, opinara que estaba "recontra bien" a ese valor. El "dólar Dylan" a 60 pesos, como bromean en los mercados, en verdad un dólar de transición, como anticipábamos en esta columna hace una semana, conversado entre los equipos de Macri y el candidato más votado en las PASO.
Un dólar de transición que parecería que podría estabilizarse entre 55 y 65 pesos, tratando de evitar que se atrase frente a la inflación desde ahora y hasta fin de año, perdiendo reservas con el objetivo de evitar un descalabro; asegurar que se celebren las elecciones y con un ganador confirmado, terminar el mandato del presidente Macri según los tiempos normales de la Constitución.
Administrar el presente tiene las dificultades de los males acumulados en el pasado, en tantos años de inflación, déficit, emisión y deuda, donde toda la dirigencia política se echa la culpa entre sí y, cada tanto, todos al periodismo o a cómo vota el padrón electoral. Pero incorpora las incertidumbres del futuro.
¿Cómo desarmaría Macri esta trampa en la que está la Argentina, la película del prisionero condenado a seguir encerrado en cualquier dirección que se moviera? Al menos Macri tenía algo de crédito, que Alberto aún tiene que recuperar después de los 12 años de la era Kirchner en el poder.
Es cierto que la radicalización de Cristina y la llegada del estatismo extremo de Axel Kiciloff se produjeron cuando ya Alberto no estaba en la gestión. Pero su estatus actual, aún cuando sea ungido presidente, si efectivamente gana, es por lo menos novedoso. Fue colocado como primero en la fórmula por Cristina a dedo, quien también coronó precisamente a Kiciloff casi como gobernador de Buenos Aires. Quedará así rodeado el eventual futuro presidente.
¿Cómo gobernará Alberto ante la crisis que hereda y que podría profundizarse? ¿Lo hará con las ideas razonables y capitalistas de sus antecedentes y la campaña electoral o aplicará la solución Cristina 2011-2015? La lógica explica que los tiempos cambian y que, como mínimo, Cristina debería dejarlo al presidente elegir su camino. También Alberto tiene derecho a sentirse, si gana, en parte dueño de ese triunfo. Se necesitaron el uno al otro. Al menos, probar las promesas de Alberto, en la idea de no volver a cometer los graves errores de la radicalización, como la batalla contra el campo, la grieta, el cepo, intervenir el Indec, atacar opositores por los medios públicos y demás. Esa sería la lógica: una Cristina también contenida por el establishment del PJ, los gobernadores y los intendentes.
El problema es que Cristina, en el pasado, tanto en 2007 como en 2011, una vez que ganó las elecciones no hizo la lógica. Hizo todo lo contrario. Así, el pasado de Cristina, las inconsistencias del presente de Macri y el futuro del eventual gobierno de Alberto llevan al dólar a las nubes y al país a la zozobra.