Aunque parezca increíble, así se está demoliendo esa concepción mínima de la democracia, que Bobbio señalaba, sin cuya vigencia el bien público también se desmorona. Cuando se ataca con apoyo popular la regla de sucesión de la democracia, tiemblan el régimen y sus valores.
En rigor, debido a las restricciones y a los pesos y contrapesos con que fue concebida la república en los Estados Unidos, ese temblor puede ser contenido. Una justicia independiente tendrá la última palabra frente a esos embates, con lo cual las precauciones institucionales para frenar las inclinaciones despóticas de los gobernantes, que Madison ilustró con genio, se pondrán a prueba. Entonces se verá si esas limitaciones resisten este inusitado atropello.
A pesar de estos condicionantes, la maniobra para erosionar a Biden persistirá luego de asumir el cargo. El presidente electo tendrá pues que afrontar los conflictos de una sociedad dividida y encaminar una democracia hoy asediada por liderazgos autocráticos en Rusia, China, Corea del Norte, Turquía, Hungría, Cuba y Venezuela (la lista puede aumentarse). Estos hombres fuertes encandilaron a Trump quizás porque llegaron a la meta que él asimismo pretende.
El totalitarismo sucumbió hace 30 años con la implosión de la Unión Soviética y el maridaje de China con el capitalismo; la autocracia, que supone la ambición de un poder impune a perpetuidad, goza en cambio de buena salud. Putin acaba de dar muestras fehacientes al respecto.
Dado que no hay signos por el momento de que estas autocracias caduquen, es preciso recrear una geopolítica de las democracias. Esta visión podría atrapar nuevamente al futuro merced a un concierto de liderazgos compartidos por Estados Unidos y las democracias que se sumen a este proyecto.
Por ejemplo, volver a Europa apoyando su integración y reforzando la alianza atlántica, torpemente abandonadas ambas por Trump, moverse hacia el Asia para contener el ascenso de China, actuar sobre la caldera del Medio Oriente con un concepto amplio y mirar hacia América Latina, apuntalando nuestras así llamadas democracias imperfectas (salvo excepciones como la de Uruguay) e impulsando transiciones en los enclaves autoritarios.
Este propósito nos interpela. De poco valdrán las ilusiones que podría suscitar la presidencia de Biden si no logramos poner la casa en orden. Asunto doméstico antes que internacional que destaca las tensiones de dos coaliciones hoy enfrentadas.
Un oficialismo errático y dislocado, incapaz de dar respuesta al crucial interrogante de quién manda en el Poder Ejecutivo, y una oposición que aún no consolida un liderazgo apto para representar el centro político de la república. Todo bajo la crisis multiforme de la pandemia y la economía.
Natalio R. Botana es politólogo e historiador. Profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella.