Este martes feriado de Carnaval los operarios de Toyota de la planta de Zárate -una fábrica modelo que han visitado Cristina Kirchner, Scioli, Macri, María Eugenia Vidal, Alberto Fernández y Kicillof- prefirieron no trabajar porque las horas extras que les correspondían por la jornada no laborable quedarían tomadas casi completamente por el impuesto.
Es decir, si trabajaban más, iban a terminar cobrando proporcionalmente menos. Más horas trabajadas era más impuesto para el fisco pero, en proporción, menos ingreso para el operario. A fin de mes, la diferencia entre trabajar o no ese feriado sería irrisoria.
Como Ganancias es un impuesto progresivo, tiene más descuento el que más cobra, aunque sea con horas extras. Por ejemplo, si un soltero sin hijos que cobra $100.000 de bolsillo y por horas extras suma un 10% más, va a terminar pagando de impuesto un 70% más que si no las hubiera hecho.
La distorsión del impuesto se agudiza cuando, como el año pasado, los salarios pierden frente a la inflación pero además pagan más impuesto. Esto es así porque la actualización de los mínimos en las escalas quedó por debajo de los aumentos salariales y cada vez más gente tenía que pagar más impuesto aunque ganara menos.
Por haber estado parada el martes, la planta de Toyota -que saca una camioneta terminada cada 90 segundos- perdió de producir 600 pickups Hilux y la todo terreno SW4, la mayoría de las cuales iban a ser exportadas, con el cobro de impuestos por parte del Estado.
El monto de exportación de esa producción de un solo día equivale a 10 millones de dólares (25.000 dólares por 400 pickups vendidas a Brasil y otros países de Latinoamérica).
Ahora bien: lo que el Estado dejó de cobrar por la exportación de esas camionetas supera ampliamente lo que hubiera cobrado de Ganancias a los salarios de los trabajadores que las habrían producido, si eso no les hubiese significado pagar más impuesto.
Las otras 200 pickups que no se fabricaron iban al mercado interno. De esa parte de la producción, el Estado dejó de recaudar al menos 400 millones de pesos más por el impuesto a los cero kilómetro.
Esto sucede mientras la Cancillería acaba de acordar con Chile para que camionetas fabricadas en la Argentina ingresen a ese país con arancel cero, en ventaja competitiva contra vehículos chinos, por ejemplo. Es decir, cuando van a hacer falta más camionetas para exportar.
El déficit crónico y la necesidad de ampliar impuestos para solventarse no alcanza para justificar que el propio Estado quede encerrado en un laberinto absurdo, donde al final se recorta ingresos a sí mismo.