Son 75 personas las que conforman el equipo que rodea a Patricia Bullrich con el objetivo no imposible pero complicado de nadar contra la corriente y destronar a Javier Milei de la centralidad que le otorgó haber sido el candidato más votado en las PASO. Juntos por el Cambio, de a poco, recupera el tiempo perdido durante su inconducente interna, pero todavía sabe a poco.
¿A quién no le hubiese interesado presenciar una utópica interna, a puras ideas de gran calibre, entre dos grandes de la posguerra europea como Konrad Adenauer y Winston Churchill, por poner un ejemplo?
Pero a años luz, claramente, nunca tuvieron esa envergadura ni Pato (Bullrich) ni Horacio (Rodríguez Larreta), y fastidiaron a sus votantes con una disputa kilométrica, anodina y chiquitita entre ellos, sin una sola idea interesante en juego. A Milei, mientras tanto, apenas una palabra –dolarización– le bastó para ocupar el centro del escenario electoral.
Mucha gente, urgida en elegir una propuesta superadora que clausure la era kirchnerista, dudó (duda) de la eficacia de Juntos por el Cambio para llevar adelante tamaña empresa y pateó el tablero al votar por el líder libertario. El peronismo, en cambio, deja las dudas de lado en tiempos preelectorales y no pierde el tiempo. Todo vale si el objetivo es ganar. Se abroquelan en un frente compacto con tal de evitar una derrota que parece inevitable. Se deponen los apasionados antagonismos, los gobernadores sonríen en fotos de familia con Sergio Massa y hasta Juan Grabois no duda en ponerse la camiseta de su incómodo representante en las urnas.
Como en las épocas más militantes del segundo gobierno cristinista, la TV Pública usó como herramienta grosera y nada subliminal el partido entre la selección argentina y Ecuador para contrabandear publicidad a favor del candidato oficialista de manera explícita con la prédica intermitente de los relatores, y en la tanda durante el entretiempo, para anunciar que tras el partido se emitiría una entrevista en vivo a Massa (él en persona se prestaba a los avances). Es que van con todo para el mismo lado y sin culpa, aunque en esa orquesta sobren los instrumentos que desafinan. Justo cuando el ministro-candidato se rearmaba para dar el gran golpe de efecto con cierto anuncio en ciernes sobre el tema del impuesto a las ganancias, cayó el fallo adverso por YPF que obligaría al país a pagar hasta US$16.000 millones de dólares y Axel Kicillof –mentor de la estatización de la empresa de energía en 2012– salió a defenderse, con respuesta beligerante a un tuit de Patricia Bullrich, que la enmudecida Cristina Kirchner reposteó.
Aun no sufriendo ningún embate público de ese calibre, a Juntos por el Cambio le cuesta más recrear las condiciones que convenzan a sus votantes y engrosen su número, algo fundamental para aspirar a entrar en la segunda vuelta. Paradojas del destino: ¿alguien duda de que si Milei no existiera JxC alcanzaría cómodamente la victoria en octubre, sin necesidad de una nueva elección? Jaime Durán Barba definió con precisión el estado de incomodidad temerosa que aún no puede disimular Juntos por el Cambio respecto de La Libertad Avanza: “cercanía boba”. Enhebrando distintos viajes, Mauricio Macri aprovecha ahora para poner distancia y silencio (solo se expresó en redes por lo de YPF), a manera de paños fríos, sobre su inoportuna euforia ante la contundente performance de Javier Milei en las PASO, que sus aclaraciones posteriores, acotadas y sin fuerza, no lograron despejar. En algún punto, paradójicamente, se pareció a esa ansiedad tan dañina que tuvo Horacio Rodríguez Larreta cuando, totalmente a destiempo, quiso cerrar un acuerdo preelectoral con Schiaretti. No fue una buena idea: lejos de confundir al electorado, esa maniobra (y las evitables peleas que produjeron hacia adentro de Juntos por el Cambio) lo convenció de que esa propuesta opositora no era lo suficientemente firme y clara para desplazar con contundencia al kirchnerismo del poder.
Una vez abiertas las urnas, las gestiones para sumar votos en el Congreso con otras fuerzas son del todo lícitas y necesarias. Nunca antes.
Ahora, a toda velocidad, JxC lleva a la consideración pública sus propuestas, eligió un vocero económico locuaz con verba popular, como Carlos Melconian, revitaliza las redes sociales de la candidata, cambia su eslogan “Todo o nada” por “Un país ordenado” y moviliza a sus cuadros más jóvenes para llegar a esa franja etaria, que Milei se metió en el bolsillo. Y también empiezan a recorrer incansablemente territorios claves (el conurbano y otras zonas emblemáticas del interior) en busca de fidelizar los votos de JxC y ampliar su base electoral.
¿Es suficiente? No. Falta todavía algo absolutamente indispensable para ganar: la épica.