El objetivo de máxima para Turquía es crear un corredor, que los azerbaiyanos llaman Zangezur, que conecte a ese país a través de Armenia con toda Asia Central amplificando la influencia política y comercial de Ankara. Para eso se necesita una redefinición de las fronteras.
Ese plan, que deja a un lado a Rusia en su patio trasero, tiene como requisito adicional la reanudación de las relaciones turcas con Armenia, cuestión que está en proceso, ahora con el beneplácito norteamericano. El gobierno del premier armenio, Nikol Pashinian, ha aceptado esa posibilidad amputando las condiciones históricas previas consistentes en el reconocimiento del genocidio de 1915 que Turquía niega.
Los desafíos de Ereván son empinados. “Buscamos no solo salvar a Nagorno sino salvar a Armenia que el régimen dinástico de Azerbaiyán afirma impunemente que es una parte de su país a recuperar”, dice en Buenos Aires una alta fuente diplomática armenia.
El proyecto turco requiere la toma total del enclave de Nagorno. De ahí el bloqueo señalado de la milicia azerí sobre el llamado Corredor de Lachin, que es la única vía para el trasiego de provisiones. Hasta diciembre pasado, cuando se inició esta maniobra, pasaban por ahí alrededor de 500 toneladas diarias de medicamentos y alimentos.
Estos movimientos alertan, a su vez, a Irán, otro habitante poderoso de esa barriada, que considera que el crecimiento de la influencia turca (y de su mano, la OTAN) en ese espacio pone en riesgo su seguridad.
A punto tal que Teherán ha hecho amenazantes maniobras militares sobre la frontera azerí. Asimismo, la potencia persa, a despecho de que su líder supremo es hijo de un azerbaiyano y que los dos países comparten el culto shiíta del islam, ha sido un socio histórico de la cristiana Armenia y no pretende ceder ese privilegio.
La preocupación de Teherán tiene sus bases. Tras la última guerra de Nagorno, las rutas que habitualmente usaba Irán hacia su aliado se extienden ahora en parte por el territorio que controla Azerbaiyán. Si la ofensiva avanza, y es lo que está sucediendo, el vínculo binacional quedará cancelado.
Pesa en todo esto, además, las conexiones del régimen azerí con Israel, al cual le ha comprado montañas de armamentos. Ahí puede encontrarse una de las razones, no la única, de la intensa sociedad iraní con Rusia en la guerra contra Ucrania.
A Teherán no le interesa la derrota de Putin en el conflicto precisamente por los vacíos políticos que la aventura en Ucrania abre peligrosamente en esos páramos, pero difícilmente los pueda atajar.
© Copyright Clarin 2023
POR MARCELO CANTELMI
CLARIN