Otra dimensión del problema es el destino de la guerra si Washington no se disuelve en la insularidad trumpista y mantiene el apoyo occidental al asediado país europeo. El conflicto es un laberinto, pero como vemos, su dimensión se vincula con el formato de los poderes globales. Es difícil imaginar dónde se cederá en la superestructura, pero aún así los estrategas buscan una posible puerta trasera en el dilema.
Hay ciertos movimientos sugestivos en ese sentido, entre ellos algunos ambiciosos que involucran al Vaticano. Veamos por partes. En principio el canciller de China, Wang Yi, acaba de sostener un largo encuentro en Malta con el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, descripto por Washington como una reunión “franca, sustancial y constructiva”. No se indicó el temario, pero es presumible. De inmediato, el poderoso funcionario del régimen de Beijing voló a Moscú para una gestión de notables cuatro días en la capital rusa, que incluirá contactos con el alto funcionariado de Putin.
En medio de esas novedades, se supo que el jefe de exteriores del Kremlín, el veterano Serguéi Lavrov, convocó para una inesperada segunda visita a Moscú al cardenal italiano Matteo Zuppi, el “enviado de Francisco para la paz en Ucrania” y citado por los vaticanólogos como el elegido por el Papa para sucederlo. El convite de Lavrov coincidió con la reunión este lunes de Francisco con el nuevo embajador ruso en el Vaticano, Ivan Soltanovsky, encuentro cargado de sonrisas.
Zuppi es un negociador pragmático, como lo son los chinos. Durante su primer viaje a Moscú, en junio, se reunió con la ministra rusa de derechos del niño, María Lvova-Belova, la misma que la Corte Penal Internacional, dos meses antes había puesto en su lista de detención por el secuestro de niños de Ucrania, un crimen de guerra. Esa visita a Rusia se decantó como de relativos resultados, de ahí que interesa este nuevo llamado.
El Papa, recordemos, jugó un papel relevante en el proceso de deshielo que llevó adelante Barack Obama con la isla de Cuba y su régimen comunista. La Iglesia operaba como una suerte de enorme ONG que canalizara los costos sociales que implicaría la apertura que se negoció en aquel momento. ¿De qué modo esa experiencia puede emularse de algún modo en este conflicto?
China sostiene que la guerra está estancada y le preocupa el enorme poderío que ganó la Alianza Atlántica, cada vez más enfocada en Asia. También la posibilidad nada desdeñable de que Moscú sufra un revés importante en el frente, que debería prevenirse antes de que pueda ocurrir, OTAN mediante.
EE.UU. pretende que Rusia salga con una cuota de castigo de este desastre para evitar que se reitere el asalto y, además, que signifique un precedente que disipe otros capítulos de las ambiciones restauradoras que cruzan el mundo. Ese teorema, que seguramente va y viene en todos estos contactos, significa el retiro ruso parcial o total de las regiones que tomó en esta guerra, posibilidad que abriría una formidable incógnita sobre el destino de Putin.
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POR MARCELO CANTELMI
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