Fue por el debate en Diputados. Hay tanto secreto que los voceros oficiales se enriedan: no saben qué informar y qué desmentir. Bullrich, ministra que no olvida que fue candidata a presidente, aunque sí olvida que perdió, le indicó a Villaruel que de vez en cuando hay que levantar la mano. Votar sin fijarse en detalles. ¡Qué tanto!
Sobre el pucho, Bullrich salió además a defender a Petovello, la ministra de Capital Humano, denominación bastante engañosa: ya echó a cuatro funcionarios. Sus you are fired incluyen un par que no llegaron a asumir. A Horacio Pitrau, subsecretario de Trabajo, lo sacrificó por negociar con el mercantil Cavalieri para frenar el medio paro de la CGT, el más tempranero que haya recibido gobierno alguno.
En realidad, Pitrau fue el pato de la boda. La propia Petovello participó de las gestiones con el ministro Francos, el más político de los que rodea a Milei y ahora de los más raspados: debió retroceder por orden de Posse. Uno de los asesores de Posse es Mario Lugones, socio del Coti Nosiglia y Luis Barrionuevo en el sanatorio Guemes y antes del mismo Cavalieri y de Claudio Belocopitt, de Swiss Medical y Medicus. Nada se acaba, todo se recicla. El hijo de Lugones, Ramiro, compartía consultora con Santiago Caputo, otro ministro clave.
Y de pronto sale Pablo Moyano, como quien vio la luz, abrió la tranquera y entró. Reclama por el silencio de Cristina, Fernández y Massa. No consideró que en una de esas los aludidos piensan que es mejor callar para no perjudicar más al peronismo. Moyano se apropia del discurso de la CGT y se autoproclama. o pretende hacerlo, jefe de la resistencia. Tal vez Milei esté consiguiendo el enemigo que necesita para aglutinar sus fuerzas con más fuerza.
Los Moyano, padre e hijo, son la expresión del sindicalismo más retrógado y violento. Fueron usados por Kirchner para reprimir los piquetes del campo y más acá y en otro momento de delirio, Massa repitió la fórmula y mandó la patota a apretar empresarios culpables por la inflación.
Ocurre que hay un gobernador también electo, que acaba de regalarnos un débito de 16 mil millones. De dólares, se sobreentiende. Vienen del negocio nunca aclarado de la reestatización de YPF. Si la aritmética no falla, 16 mil millones significan que cada argentino tendría que pagar algo así como 350 dólares, que en criollo son 350 mil pesos largos. ¿Quién no los tiene? Y mejor que no sumemos los otros 10 mil millones que le hicieron pagar al país a Repsol. Ay… Kicillof. ¿No seremos en esto también campeones mundiales?
POR RICARDO ROA
CLARIN