Lo significativo de la escena es que expuso el déficit de empatía de Milei cuando sale por un momento de la posición del underdog, del desvalido; cuando le toca a él ser el foco de análisis y se juzga las consecuencias de sus actos.
Se notó también el día de la marcha universitaria, sorprendentemente masiva. Le costó distinguir entre los políticos opositores que alentaron la protesta y los cientos de miles de personas de a pie, de diversas edades, clases sociales e ideologías, que poblaron las plazas de la Argentina.
El paro de la CGT le dio el respiro de lo conocido. Alinear enfrente a Pablo Moyano, Héctor Daer y un elenco estelar de dinosaurios sindicales es el sueño de cualquier agitador libertario. La narrativa quedó servida: son los que están aterrados porque la inflación se desacelera, el dólar está quieto y ven que “el experimento puede salir bien”.
Haría mal el Gobierno en confiarse. Cuando los jugadores del mercado lo elogian destacan su vocación de ajustar la economía a toda costa, pero también el hecho de que el descontento social se mantiene a raya. Cuando uno escucha en detalle a entusiastas como Druckenmiller puede notar la cautela: dijo que como muestra de su confianza ordenó a su gente comprar los cinco ADR argentinos “más líquidos” y que por ahora le va muy bien. Es decir, su inversión es con garantía de salida rápida.
Aun en su desprestigio, los gremios peronistas pueden herir a Milei al descontrolar la calle en este momento dramático de parálisis económica. Los números de marzo de industria (-21,2% interanual) y construcción (-42,2%) reflejaron en toda su dimensión el impacto del “no hay plata” libertario.
Lo que está en juego en estas horas es si se consolida o no un foco de resistencia al ajuste capaz de convertirse en un obstáculo serio al Gobierno, a partir de las dudas que podría proyectar sobre el mercado y también sobre aquellos que eligen “esperanza” como la palabra del momento (tal como reflejó una reciente encuesta de Poliarquía).
Si, en cambio, Milei se impone y consigue aprobar sus primeras reformas le espera el llamado de la responsabilidad: gobernar con un set importante de herramientas administrativas.
El corto plazo es un campo minado de complejidades. No hay economista independiente que vea la recuperación en V de la actividad de la que tanto habla Milei. Más bien ven un proceso lento y dispar, acaso rápido en algunas zonas del país, pero muy intrincado nada menos que en el conurbano bonaerense. Las advertencias de un atraso cambiario se amplifican. El Gobierno pasó de negarlo a explicar que la Argentina estará “cara en dólares” por un tiempo.
La ensoñación de arreglar el mundo desde un atril siempre será más fácil que revertir el descalabro de esta Argentina empeñada desde hace décadas en cavar el pozo de su decadencia.
Martín Rodríguez Yebra
LA NACION