En julio de 2015, Irán suscribió con la comunidad internacional (concretamente con los cinco Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad, más Alemania) un tratado al que entonces se denominara: "Plan Comprensivo de Acción Conjunto". Estaba destinado a tratar de controlar el peligroso programa nuclear que Irán ya tenía en marcha y a asegurar que el mismo sólo produciría uranio para usos medicinales y civiles de distinto tipo.
No obstante, en mayo del año pasado, los EE.UU. se retiraron unilateralmente del mismo, alegando que Irán lo violaba y, por ello, adoptando una política gráficamente denominada como de "presión máxima", impusieron nuevas -y duras- sanciones económicas a Irán, que aparentemente están lastimando muy fuertemente la economía del país de los persas.
Como consecuencia de lo cual, Irán pidió a los países que aún permanecen vinculados por el referido acuerdo de julio de 2015 compensar, con actividad económica, los daños que había comenzado a sufrir, lo que era ciertamente muy difícil de aceptar y/o de implementar.
Por esa misma razón, Irán además comenzó a violar abiertamente algunos de los demás compromisos asumidos por ese país en su momento, aunque informando de ello a la Agencia Internacional de Energía Atómica, cuya conducción acaba de ser encargada al respetado embajador argentino especializado en esa materia, Rafael Grossi.
Entre otras cosas, Irán inició además la producción de uranio en la planta subterránea de Fordo, que por un tiempo fuera una instalación oculta y subrepticia, que está emplazada a apenas unos 180 kilómetros al sur de Teherán.
Lo hizo enriqueciendo uranio al 4,5%, lo que supera el compromiso asumido por Irán de no traspasar el límite de 3,67% en su momento acordado. Ello, sin embargo, sigue estando lejos del enriquecimiento al 90% necesario para los posibles usos militares del uranio.
Pero lo cierto es que Irán es hoy, indudablemente, un claro incumplidor del llamado acuerdo de Viena, el del 2015. Y no lo oculta.
Además, Irán incrementó visiblemente su ritmo normal de actividad en estas cuestiones, poniendo en marcha sus centrífugas subterráneas de Fordo y, por ello, superará pronto el límite del stock (inventario) de uranio que le fuera permitido, de 300 kilos, llevándolo -de hecho- a más de 550 kilos. Y, en paralelo, comenzó asimismo una política exterior muy activa, destinada a cimentar su liderazgo político regional, en abierta competencia con Arabia Saudita.
Al modificar así su conducta, Irán también anunció que su decisión era "reversible", en la medida que también lo hicieran los EE.UU.
El Presidente de Francia, a quien claramente le gustan las candilejas, está preocupado por lo que sucede y tratando de "acercar" a los EE.UU e Irán nuevamente. Lo que parece un objetivo casi imposible.
Mientras tanto, los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica, encargados de vigilar de cerca la conducta iraní en materia nuclear, encontraron "partículas de uranio" en un emplazamiento no declarado por Irán al tiempo de suscribir el acuerdo de 2015. Aparentemente ello ocurrió por información que habría recibido de fuentes de la inteligencia israelí, que también sigue bien de cerca este delicado tema.
La comunidad internacional observa con una no demasiado disimulada preocupación los acontecimientos que han sido reseñados más arriba y califica duramente a la conducta iraní, como de pura "extorsión nuclear". "Nada para festejar y mucho para preocupar" es entonces, quizás, una buena apretada síntesis de lo que ahora está sucediendo en este capítulo de las actividades nucleares, en el cada vez más complicado mundo actual.