Javier Milei le proporcionó un golpe demoledor al PRO de Mauricio Macri. El golpe sucedió cuando el 18 de mayo Manuel Adorni, el portavoz, doblegó por mucho margen a la diputada Silvia Lospennato. Las consecuencias se desarrollan como una onda expansiva. Pero con intensidad inversa: aumenta, en lugar de disminuir, a medida que transcurre el tiempo.
Resultó notable la ajenidad del macrismo ante tres episodios de los últimos días. Hubieran calzado a medida en las reivindicaciones que supo sostener en otro tiempo. Mientras gobernaba el kirchnerismo. La defensa de las instituciones, de la República. Hubo, por ejemplo, un silencio político casi obsceno cuando el Presidente, de manera artera, dejó con la mano colgada a Jorge Macri, el jefe porteño, que pretendió saludarlo durante el Tedeum en la Catedral por el 25 de Mayo.
Nadie de su partido salió a solidarizarse o, al menos, a comentar algo sobre el gesto descortés del líder libertario. Quizás no debería hacerse foco en la defensa de una cuestión personal. Macri, Jorge, corporiza la administración provincial más importante que posee el PRO. Las otras corresponden a Rogelio Frigerio, en Entre Ríos, e Ignacio Torres en Chubut. Pero la Ciudad ha sido cuna del macrismo. También laboratorio de lo que supo ser Juntos por el Cambio.
Milei nunca explicó aquel destrato al Jefe de gobierno porteño. La mayoría reparó en el tuit con el cual sentenció que “Roma no paga traidores”. El destino pudo haber sido otro. La vicepresidenta Victoria Villarruel, a quien también ignoró en el Tedeum después de pasar de largo delante de Macri. Los argumentos extraoficiales sobre el desaire al jefe porteño mencionan un viejo enojo por la contratación del catalán Antonio Gutiérrez Rubi como asesor de campaña macrista. Pesaba sobre ese especialista un antecedente que Milei nunca logró superar. Su intervención como asesor de Sergio Massa en la competencia presidencial de 2023. Milei le endilgó ser el responsable de artimañas políticas y de un supuesto juego sucio.
Difícil desmentir a Milei. También no evitar comparar algunas de las peores secuencias de la campaña porteña. Recordemos: el sábado 17 por la noche, a horas del comicio, los tuiteros libertarios viralizaron un tuit realizado con inteligencia artificial en el cual Macri, Mauricio, comunicaba la decisión de bajar la candidatura de Lospennato e instaba a votar por el portavoz Adorni. El PRO presentó una denuncia ante la Justicia Electoral. Muy pocos dirigentes amarillos, salvo los afectados de manera directa, se mostraron escandalizados. Milei saldó el pleito al decir que “Macri está hecho un llorón”. Los resultados de las urnas colocaron una lápida a esa confrontación que disparó un interrogante: ¿Acaso la campaña sucia fue responsabilidad solo del catalán Gutiérrez Rubí?.
Macri, Jorge, sintió aquella soledad. Acentuada, a lo mejor, por la partida de su primo, Mauricio, a un largo viaje al exterior de donde regresará el próximo fin de semana. Tal situación lo indujo a un repliegue defensivo para neutralizar las pretensiones de dirigentes del PRO de sacudir la alfombra en el gabinete porteño. Hay quienes interpretaron aquella soledad de Jorge como un hipotético despegue del ex presidente. Han estado en contacto todos estos días. Arribaron a varias coincidencias.
Un recambio de gabinete inmediato hubiera potenciado aún más, según la visión de los parientes, el desembarco electoral de La Libertad Avanza en la Ciudad. Convinieron en que se deberán tomar medidas reparadoras con vista a la pelea nacional de octubre. Para el PRO resulta esencial fortalecer el distrito. En especial si se torna real la promesa libertaria: Patricia Bullrich como candidata a senadora. María Eugenia Vidal, la diputada, empieza a presumir que deberá prepararse para la gran batalla.
Otro silencio del macrismo adquirió sonoridad por los repetidos cuestionamientos de Milei al periodismo. No se trata de críticas ni del derecho indiscutido a replicar. El Presidente se lamentó en un tuit de “no odiar lo suficiente a los periodistas”. El lunes publicó otro texto por la misma red señalando que el 90% de aquellos divulgan noticias falsas. Ocurrió después de la divulgación de un informe de la Secretaria de Inteligencia del Estado (SIDE), realizado por La Nación, que apuntaría a monitorear, entre otros, a grupos que se dedicarían a poner en duda el relato libertario. La alusión al periodismo sería conjetural. Hubo más que eso: el Presidente denunció por calumnias e injurias a tres periodistas: Carlos Pagni (La Nación), Viviana Canosa (Canal 13) y Ari Lijalad (El Destape).
En el Boletín Oficial se publicó una resolución con nuevas normas para el desarrollo de la tarea periodística en la Casa Rosada. Una copia barrial, tal vez, de la decisión similar que Donald Trump va tomando por capítulos en la Casa Blanca. Hay restricciones y recomendaciones bizarras: aconsejan ataviarse con ropa formal y realizar preguntas moderadas.
Un grupo de dirigentes de la oposición reaccionó con cierta lentitud frente a aquella sucesión de embates. Pero reaccionó. “El silencio frente al autoritarismo es una forma de complicidad”, señalaron. Reafirmaron su compromiso con una Argentina donde la “crítica no sea delito y la verdad no tenga dueño”. Llamaron a despertarse antes que sea tarde.
Los firmantes fueron de casi todos los partidos. También de Unión por la Patria que, desde la función opositora, pareciera descubrirle alguna razón de existir al periodismo. Lo extraño fue que del PRO, escudo aparente de las instituciones y la libertad de expresión, aparecieron solo dos firmas: Lospennato y Guadalupe Tagliaferri, senadora que responde a Horacio Rodríguez Larreta.
El PRO también prefirió obviar cualquier alusión a las durísimas críticas que el Arzobispo Jorge García Cuerva lanzó delante de Milei contra la realidad social y la difícil convivencia en el país. “Nos hemos acostumbrados a comer el pan duro de la desinformación; el pan viejo de la indiferencia y la insensibilidad; estamos empachados de panes sin sabor, fruto de la intolerancia; el pan agrietado por el odio y la descalificación”, disparó el sacerdote.
Milei se hizo el desentendido. Había hecho lo mismo cada vez que el Papa Francisco realizaba referencias incómodas para él. Tiene previsto viajar a Roma a mediados de junio para un audiencia con León XIV. La pelea con la Iglesia Católica no entrará jamás en su radar.
Mientras todo eso discurrió, el titular del bloque de Diputados del PRO, Cristian Ritondo, y Diego Santilli iniciaron la negociación con Karina Milei, el Jefe, para un armado en Buenos Aires en dos tandas: septiembre y octubre. El PRO necesita construir la esperanza de una victoria, aún dentro del carro libertario, como reparación de la larga travesía del desierto que se inició con la hecatombe en la Ciudad.
POR EDUARDO VAN DER KOOY
CLARIN