La pregunta del millón es si la salida de María Eugenia Bielsa es un ajuste en el funcionamiento del Gobierno o si se trata del primer motor inmóvil de un proceso irreversible de cristinización en el Frente de Todos. Una buena prueba para comprobarlo es el debate por el nombramiento del Procurador General de la Nación. Cristina impulsa en el Senado reducir de dos tercios a una mayoría simple la cantidad de votos necesarios para elegirlo. Es el camino para que el jefe (o la jefa) de los fiscales que la investigan sea alguien de su extrema confianza.
No es el caso de Daniel Rafecas. El ex juez federal es el candidato originario de Alberto Fernández y es el que podría terminar aceptando la oposición si se consolida la teoría del “mal menor”, que agita desde Exaltación de la Cruz Elisa Carrió. Por eso, hace algunos días salió a reivindicar la candidatura de Rafecas la ministra de Justicia, Marcela Losardo. Se trata, justamente, de otra de las funcionarias albertistas cuestionadas por Cristina. Habrá que seguir con atención el final de esa nueva batalla para determinar en qué dirección siguen los vientos.
Mientras tanto, la hipótesis de agradar a Cristina que Alberto ha llevado a límites grotescos sigue dando resultados sorprendentes. El último fin de semana lo llevó hasta Jujuy para acompañarlo a Evo Morales en su regreso a Bolivia, a través de la frontera en la puna. Un esfuerzo innecesario cuyo único premio fue el riesgo de contraer coronavirus luego de compartir viaje y cena con funcionarios sin barbijos ni cuidados mínimos. El contagio del asesor Gustavo Beliz obligó al Presidente, y a otros cuatro ministros, al aislamiento obligatorio por siete días.
En otro aporte al manual de los argumentos insólitos, el diputado Eduardo Valdés explicó que la emoción del reencuentro con Morales había sido más fuerte que la responsabilidad sanitaria del elenco presidencial. Un cachetazo impiadoso para los millones de argentinos que en estos meses no pudieron encontrarse con sus familias, con sus amigos o que no alcanzaron a ver por última vez a los muertos que se llevó esta pandemia demasiado subestimada por el poder.
POR FERNANDO GONZALEZ
CLARIN