Las dos coaliciones enfrentan hoy simultáneamente el problema del disenso intra-coaliciones e intercoaliciones, solo que a quien le toca gobernar esto se hace más evidente por la propia acción de producir nuevos y continuos motivos de disenso. La palabra actuar encuentra su origen en la palabra griega árjein, que significa comenzar, sinónimo de conducir: no hay forma de gobernar sin tomar la iniciativa.
Cuando se le pide a Alberto Fernández que sea el conductor, el que comienza, reduciendo el papel de Cristina Kirchner al de una clásica vicepresidenta, se comete el error de reducir la política a lo estatal. Al pedir Cristina Kirchner en su carta que integren un eventual acuerdo nacional los medios como una categoría en sí misma, y no los petroleros, los banqueros o los supermercadistas, por ejemplo, englobados dentro de la categoría empresas, claramente no reduce la política a lo estatal.
El proceso de desidentificación del kirchnerismo del Frente de Todos probablemente sea impracticable y ese mismo “todos” que electoralmente es más que la suma de las partes en el Gobierno termina siendo menos que cada una de las partes solas.
El disenso dentro de la coalición gobernante encontraría su cenit en una eventual derrota en las elecciones de octubre próximo. Si la economía no lograra mejoras sustanciales y el apoyo inicial a la lucha contra el coronavirus se convirtiera en un doble rechazo a la gestión de gobierno, escenario no solo posible sino también probable, el disenso interno en la coalición de gobierno crujirá muchísimo más de lo que hoy ya se alcanza a percibir solo por el acercamiento del ministro Guzmán a cierta ortodoxia económica.
Como sostiene Rancière: “El disenso implica aceptar que no hay realidad objetiva que obligue. (...) El consenso no es el hecho de que estemos de acuerdo. Como modalidad de gobierno, el consenso es el hecho de que no podemos no estar de acuerdo”.
Que la coalición gobernante tenga disensos es normal, pero para gestionar el gobierno deben saber que no pueden no estar de acuerdo. O fenecerán.
Consenso no es el hecho de que estemos de acuerdo. Sino el hecho de que no podamos no estar de acuerdo
Hay en la oposición quienes creen que el peronismo enfrentará en 2021 el riesgo de repetir la experiencia del radicalismo en 2001: un fracaso de tal magnitud que lo condene a la diáspora con desmembramientos que le lleven más de una década recomponer.
Del continuo flujo de disensos y consensos se hace la política. La decadencia de las últimas décadas no podría no haber ensanchado la grieta de los disensos a un punto en el que todos los sectores terminarán por descubrir que ya no podrán no estar de acuerdo.
POR JORGE FONTEVECCHIA
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