La posibilidad de alcanzar un entendimiento en pos de un objetivo común implica iniciar un diálogo que lleve al acercamiento de posiciones. Pero como en toda mesa de negociación, mucho influye el punto de partida de la problemática a tratar, las posibles alianzas de los participantes y el interés de quien ejerce una posición de fuerza a la hora de entablar la discusión.
Hoy, ese escenario se presenta con el promocionado acuerdo de precios y salarios que el Gobierno pretende utilizar para frenar la espiral inflacionaria desatada en el último cuatrimestre, con las elecciones en un horizonte cada vez más lejano, la recesión vigente, un cuadro epidemiológico aún complicado y una estadística que hiere el país: aún en este 2021, según el Indec, la canasta básica crece a mayor ritmo que la inflación. Así, la pobreza y la indigencia, que cubren a gran parte de la población, se multiplican.
El enemigo a vencer es la inflación y, más allá de los múltiples factores a los que suele referir el ministro de Economía, Martín Guzmán, a la hora de analizar uno de los grandes males que aqueja al país; el objetivo parece centrado más en los denominados "formadores de precios" que en la política monetaria o la presión impositiva, como lo refleja la imputación oficial por supuesto desabastecimiento contra las grandes empresas de consumo masivo, el envío de piqueteros a controlar precios y la inminente habilitación parlamentaria al incremento de Ingresos Brutos y Sellos en las provincias, Consenso Fiscal de por medio.