Al llegar a la calle Tucumán los que veníamos atascados en el tránsito por Ayacucho descubrimos la causa: alumnos del profesorado Joaquín V. González impedían el paso con sus pupitres. Menos de siete jóvenes producían un daño que no rozaba en lo más mínimo a la ministra Soledad Acuña o el jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, pero que sí perjudicaba a los que pasaban por allí, otros estudiantes y trabajadores en sus autos o en colectivos que debían desviarse.

Frente a la total falta de empatía social de ese grupúsculo que se adueña del espacio público solo para hacerle más difícil la vida a los demás, hay que destacar la actitud diametralmente opuesta de otros colegios que también procuran sobresalir, pero de la manera contraria: mejorando su entorno. Tal es el caso del secundario del Labardén, de San Isidro que, con otras escuelas, llegaron anteayer hasta el parque público Águila Club, en Acassuso, para recolectar, en una mañana, más de una tonelada de residuos de las orillas del Río de la Plata. Precedió a la tarea una sentada de más de mil chicos, pero no como protesta. Era la previa antes de arrancar.