Correr la arruga es un delicioso modismo popular venezolano que refiere a procrastinar, tirar hacia adelante los problemas. Es justamente eso, correr la arruga, lo que intenta el régimen de Nicolás Maduro, exhibiendo los colmillos no tan afilados de sus mejores momentos y apostando con la combinación de miedo y burocracia a una rendición de los sectores económicamente más golpeados que son esta vez las bases de la oposición y de la denuncia del fraude de las elecciones.

El uso de una justicia alineada como si fuera independiente forma parte de ese diseño. La visita a la Corte Suprema de Elvis Amoroso, titular de la opaca Comisión Nacional Electoral, encorvando la espalda frente a la titular entogada del tribunal. para entregar las “pruebas” de la victoria de Maduro, promovería a risa de no ser por el drama que rodea este espectáculo. La Corte cumplió el guión y anunció de inmediato el inicio de una investigación los próximos 15 días prorrogables sobre lo sucedido en las urnas, citando a todos los contendientes.

Por supuesto el principal candidato opositor, Edmundo González Urrutia, no se presentó. Suponía que sería detenido. En esta Venezuela absolutista no hay justicia independiente, ni es autónomo el Consejo Electoral. Los jueces son empleados de la nomenklatura, un esquema que viene de las épocas de Hugo Chávez, que desde la televisión ordenaba a los magistrados a quién declarar culpable, de cuáles delitos y hasta el tamaño de la condena que debían fallar.

Esta parodia busca disolver la demanda por las actas, que es un eje central de la controversia. La apuesta del régimen es saltar este abismo y reconstruirse como un modelo autoritario al estilo del ruso, o más precisamente como el de la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay que admiraba Juan Domingo Perón, cumplía con elecciones amañadas, fingía una estructura institucional y mantenía relaciones con el norte mundial.

En ese sentido The Wall Street Journal reveló días atrás conversaciones de Maduro con ejecutivos petroleros a quienes prometió “generosos retornos y control operativo sobre empresas conjuntas”. La oferta incluye “contratos sin licitación y sin supervisión ambiental”, facilidades para el envío de las ganancias y “negociación directa de una reestructuración de US$60 mil millones en deuda” con bonistas extranjeros.

 Edmundo González Urrutia y la líder opositora de la PUD, María Corina Machado Xinhua Edmundo González Urrutia y la líder opositora de la PUD, María Corina Machado Xinhua

Pero ese esquema exhibe varias debilidades. La más evidente es que las demoras en la entrega de las actas y las maniobras para sostener el engaño confirmarían de modo concluyente el fraude en el comicio del 28 de julio pasado. Esa constatación esmerila los apoyos con que contaba el régimen, también en el exterior y abre la puerta a una oleada de sanciones que bloquearían las inversiones.

No es, además, la primera vez que los sectores más empobrecidos de la población reaccionan contra la autocracia. Sucedió también en 2002 cuando los militares se negaron a reprimir una protesta poco antes del golpe contra Hugo Chávez. Pero la novedad es el tamaño de este movimiento que ha crecido en relación directa al abandono a su suerte de esas masas por parte de Maduro y su círculo de poder.

La mesa chica del poder

Una mesa chica en la que juega un papel significativo su mujer, la abogada y diputada Cilia Flores y los hermanos Rodríguez: Delcy, la vicepresidente y Jorge, el psiquiatra que encabeza el Legislativo. Son los responsables del extraordinario abismo social y de la desordenada dolarización que experimenta el país.

No es solo por esa consecuencia que el régimen ha perdido su endeble ala izquierda. Lo repudian los antiguos dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela y del comunista, entre otras organizaciones históricas del chavismo. En el exterior, lo que los analistas con simpatía llaman el “Puebla light" o "caviar”, en alusión a la actual dirigencia de Colombia, México y especialmente Brasil, que si antes tuvo actitudes benevolentes con el mandamás venezolano no reconoce ahora la victoria de Maduro.

Esos sectores, de afuera y de adentro, como los de derecha reclaman las actas ocultas y reprueban la brutalidad represiva. Este giro es significativo en principio porque demuele la narrativa progresista del modelo y la coartada facilista de la victimización que señala a EE.UU, la Cia y el Departamento de Estado como responsables de las calamidades que padece el país. Pero, además, al caracterizar al régimen como una mera dictadura que reprime, asesina y engaña, evidencia que es legítimo ir contra ella. Un aviso a la milicia atravesada por las mismas divisiones que sufren las bases chavistas.

En un tono que recuerda las denuncias contra las tiranías cívico-militares de los años 70, dirigentes que fueron parte influyente de los gabinetes de Chávez o Maduro, piden a la comunidad internacional que interceda “para que cese la represión y criminalización de la protesta y las violaciones a los derechos humanos”. Reclaman además la liberación de “los cientos de ciudadanos detenidos por expresar sus exigencias y reclamos en torno a los resultados” de las elecciones.

En esa línea, fuentes diplomáticas brasileñas señalan a esta columna la incomodidad que la crisis produce en el gobierno de Lula da Silva, cuyos asesores en la intimidad hablan de un fraude generalizado. La probable visita del canciller Mauro Vieira junto a sus colegas de México y Colombia a Caracas, una maniobra decisiva en busca de una salida, es resistida por el régimen porque no quiere ceder ni perder el único salvavidas regional que aún le queda.

Lula urge por una solución que resuelva el laberinto de gobernabilidad hacia adelante con un Legislativo y la Corte que permanecerán con dominio de la satrapía si la oposición llega al poder. Pero además necesita surgir exitoso de esta pesadilla.

En Brasil el duelo venezolano se ha convertido en una batalla doméstica. Los grupos ligados al bolsonarismo, que en su momento pusieron en duda la victoria del líder del PT , plantean que Lula se enfrenta a una paradoja. Si confirma a Maduro, quedaría pegado a un dictador; y si cuestiona las elecciones, confirmaría que es posible que haya fraude en las urnas electrónicas que también se usan en Brasil.

La presión interna sobre Lula

En WhatsApp uno de los mensajes más repetidos, señala el portal del Folha, afirma que “las elecciones en Venezuela fueron amañadas, al igual que las brasileñas”. Un argumento precario porque la victoria de Lula fue legitimada por las actas que faltan en este otro escenario, pero en épocas de verdades modestas y mentiras vigorosas, es útil con vistas a las elecciones municipales de octubre, una suerte de examen de medio término en Brasil que define las alianzas y los poderes reales para las presidenciales de 2026.

De modo que los aliados de Jair Bolsonaro aprovechan al máximo la circunstancia venezolana iluminando algunos pasos inexplicables del petista como cuando en 2013 afirmó que Maduro “se destacó brillantemente en la construcción de una América Latina más democrática y solidaria”.

El autócrata venezolano, Nicolás Maduro APEl autócrata venezolano, Nicolás Maduro AP

El encierro del régimen y el tamaño de la crisis dispara también reacciones delirantes como la de anular los comicios y repetirlos, iniciativa que firman dirigentes antimaduristas como el ex ministro de Chávez, el economista Víctor Álvarez, o la ex titular de Justicia del chileno Gabriel Boric, Marcela Ríos Tobar. Ambos sostienen que la elección ha quedado contaminada porque, aunque Maduro entregue las actas, nadie las tomará en serio.

Pero anular la votación supondría un escándalo superior a escamotear los documentos. “Como perdí, ensucio el comicio y lo anulo”, resume asombrado a este cronista un colega desde Caracas. Es muy bananero, por si algo de esa característica le faltaba a este culebrón. Solo el dictador Robert Mugabe de Zimbabwe, muy amigo del chavismo, se animó a algo así. Tras perder unas elecciones nacionales en 2008 las invalidó y volvió a convocarlas unos días después. La oposición lo repudió y no se presentó y, por supuesto, las ganó. Sólo Caracas las reconoció.

POR MARCELO CANTELMI

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