Taylor Swift, la exitosa cantante pop, es en realidad una agente encubierta infiltrada por el Pentágono para atraer la atención sonámbula de los jóvenes y beneficiar la campaña electoral de Kamala Harris. Como todos saben, la vicepresidente es una dirigente comunista que conspiró con Barack Obama para organizar el atentado que debía costarle la vida a Donald Trump.
Como esto no tuvo éxito los demócratas están trayendo a miles de inmigrantes para que voten por ellos en noviembre y si ganan no solo habrá aborto sin plazo de embarazo sino que se podrá asesinar a los recién nacidos como practicaba Herodes.
Todas estas estupideces son parte de un interminable aluvión de fake news que revolean los preocupados republicanos seguros de que una parte del electorado las asume como ciertas. Es la reacción disparatada al peligro que advierten en la consagración de esta dirigente inesperada que le restauró emoción y confianza al oficialismo demócrata.
Pero Trump, creador del concepto de “verdades alternativas” para disfrazar lo que son solo mentiras, proclama también que Joe Biden hizo un desastre con la economía de EE.UU. Esa no es, sin embargo, una fake como las anteriores, sino una picardía basada en una distorsión que efectivamente existe y es el principal abismo que deberá sortear la líder demócrata.
Esta circunstancia le exigirá exhibir precisión y dominio en un territorio que por ahora las encuestas consagran por lejos a su adversario. Es el tema que seguramente será dominante luego de las luces y los discursos épicos de la Convención Demócrata y constituirá el capítulo que defina al ganador de las elecciones.
Kamala Harris tiene a su favor que es la primera mujer negra en buscar con posibilidades la presidencia, además con un linaje asiático, ejemplo de la oportunidad que simboliza la narrativa estadounidense. Con 59 años contra los 78 de Trump –también un descendiente directo de inmigrantes, vale siempre recordarlo- dejó al magnate como el anciano en la contienda, el reverso del argumento de gerontocracia que esgrimía contra Biden.
Tim Walz, el gobernador de Minnesota y candidato a la vicepresidencia durante la Convención Demócrata. Foto Bloomberg Tim Walz, el gobernador de Minnesota y candidato a la vicepresidencia durante la Convención Demócrata. Foto Bloomberg
Ese dato objetivo sumado al techo de cristal en afortunado peligro, la visión liberal en el sentido real del término que implica esta candidata y que engarza con demandas históricas de libertad individual incluyendo aborto o género, explican el suceso de su consagración. Además la beneficia el aventurerismo de Trump con sus brutalidades misóginas y racistas. Pero es un efecto posiblemente efímero en sus máximos. La realidad describe un camino muy complejo hacia la Casa Blanca para la postulante demócrata. Por eso el discurso de advertencia de Barack Obama en la Convención. Esto recién comienza.
Ambigüedad en los números
Hay una extraordinaria ambigüedad en los números de EE.UU. y su efecto en la sociedad, en particular la clase media de la cual proviene Harris. Es indudable que la potencia experimentó con Biden una de las más notables mejoras del costo de vida de la historia. En junio de 2023 la inflación era 9,1% anual. En diciembre pasado caía a 3,4% y este año pasó a 3% camino a la meta de la Reserva Federal del 2%. Aún más revelador, EE.UU. cerró 2023 con un crecimiento anualizado de 2,5% y un cuarto trimestre que sorprendió al saltar al 3,3%. Wall Street esperaba 2%. Este año, ese número subió a 2,8% en el segundo trimestre desde el 1,4 en el primero, nuevamente por encima de las expectativas.
Harris tiene un argumento para esta batalla: el promedio de los ingresos reales de los asalariados es 9,4% superior hoy respecto a la última década, incluyendo la administración de Trump. Pero aún así los norteamericanos del llano caracterizan la gestión económica demócrata peor que la del magnate debido a que cada vez que van de compras sufren una conmoción por lo que pagan. “Incluso si la inflación está cayendo, los precios son casi un 20% más altos que cuando Biden asumió el cargo”, señala un reciente estudio de The Economist. Según el promedio de encuestas RealClearPolitics, la percepción es igualmente implacable respecto a la inflación: 63% repudia como manejó Biden la estrategia contra el alza del costo de vida.
Esa contingencia explica el reciente anuncio de la candidata de un paquete de iniciativas que incluiría un “control de precios”. Una medida populista, que hasta rechazaron los antiguos asesores de Obama, y que busca de un modo precario ganar el corazón de los votantes irritados con el sistema. Aunque los mercados no le crean –ya Kamala ha corregido su antiguo rechazo al fracking petrolero y ahora lo respalda- no parece que las cosas se resuelven por esa vía.
Un elemento clave en la base de estas dificultades son las altas tasas de interés dispuestas por la Reserva Federal. Una durísima medicina para combatir el alza de la inflación que fue, a su vez, uno de los graves efectos de la crisis económica asociada a la pandemia de coronavirus. Menos empleados, menos producción, más carestía. Un registro que no solo afecta a EE.UU. Europa aun lidia con el problema. Con tasas elevadas las empresas y comercios además de los consumidores se endeudan a costos más significativos, lo que enfría la actividad comercial y detiene el crecimiento.
Donald Trump en la frontera con México. Foto AP Donald Trump en la frontera con México. Foto AP
El alto costo del dinero corporiza otro espectro aún más complicado. El temor posiblemente infundado a una recesión. Quienes ven ese riesgo observan que los rendimientos de los bonos del Tesoro a largo plazo han caído por debajo de los de corto. Es una pista típica de esos desarreglos. Significa que los inversionistas eluden el largo plazo en previsión de un debilitamiento de la economía.
Ya desde comienzos de agosto hubo una moderación en los mercados debido al temor de la desaceleración. Rob Haworth, director estrategia de inversión en U.S. Bank Wealth Management, explica que si bien la economía se muestra resiliente con los números de crecimiento “los datos de un trimestre no representan una tendencia”. El punto de sensibilidad es el aumento del 4,3% del desempleo en julio, el nivel más alto en tres años, revelador de que se encoge el gasto y la inversión. Un ariete entre los especialistas contra la Reserva Federal a la que achacan que actúa con demasiada lentitud para recortar las tasas.
Se supone con cierta certeza que este setiembre la FED reducirá los tipos que están en un rango de 5,25% y 5,5%, el nivel más alto desde comienzos de siglo. La expectativa es medio punto.. The Economist, entre otros observadores, sostienen que el giro debería ser más agresivo. La revista británica remarca que las tasas están hoy “probablemente uno o dos puntos porcentuales demasiado altas”.
Conviene entender que en una sociedad donde todo se acredita, ese sobrecosto incide directamente en las billeteras. Pasan por ahí las hipotecas, los pagos universitarios, el automóvil, y un largo etcétera que comprende esencialmente el supermercado para decidir el voto. Como se ve, no hace falta el abuso trumpista de las mentiras para la pelea electoral. Alcanza con la realidad.
El magnate de todos modos no tiene un verdadero plan. Al contrario. Su fórmula de expulsión de migrantes y arancelamiento de las importaciones es una combinación perfecta para disparar la inflación por el efecto del aumento de los sueldos en una mano de obra más reducida y el costo mayor de producción por el alza de los insumos. Pero los electores votan con la memoria de un tiempo mejor, antes de aquel 20% y esa sería una llave del republicano. Esta realidad abre una incógnita que puede ser definitoria sobre las posibilidades de Harris, nada menos que la acrobacia de defender lo logrado por Biden, pero diferenciándose del presidente que pretende suceder.
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POR MARCELO CANTELMI
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